Quiero
llegar
despacio
muy
quedo
Que
no
oigas
mis
pasos
ni
mi
voz
desde
tu
aposento.
Porque
sé
que
al
oírme
me
llamaras
con
la
desesperación
de
una
moribunda
temblorosa,
llorosa
casi
al
borde
de
la
extinción
¡Que
no
quieres
morirte!.
Eso
lo
sé.
Yo
tampoco
quiero,
porque
cada
día
muero
contigo,
y
tu
dolor
lo
llevo
acuesta
como
una
maldición.
Pero
la
vida
es
así.
¡Cruel!.
Qué
podemos
hacer
ante
el
destino.
Humberto J. Ramos
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